|
La exposición
“Galileo y la Astronomía”, de acceso libre, se ubica en
la planta baja del Museo de las Ciencias Príncipe Felipe y puede
visitarse hasta el 21 de
febrero de 2010. Presenta un valioso conjunto de manuscritos y libros que han resultado claves en la historia de la astronomía.
Es la primera vez que este material sale de
Italia, y constituye la muestra de objetos más importante realizada en el mundo con motivo del Año Internacional de la Astronomía, Se compone de 40 piezas y documentos como la primera edición del
Sidereus Nuncius en el que Galileo anunció al mundo sus descubrimientos o la abjuración del mismo ante el Santo Oficio en 1633.
La inauguración corrió a cargo del director científico de la Ciudad de las Artes y las Ciencias, Manuel Toharia, el director del Museo Nacional de Ciencia y Tecnología (MUNCYT), Ramón Núñez y el director de la Biblioteca de la Accademia dei Lincei de Roma, Marco Guardo, la asociación científica más antigua del mundo a la que perteneció Galileo y que ha producido la muestra. En 2010 se cumple el IV Centenario de las primeras observaciones de Galileo con el telescopio.
El 7 de enero de 1610 tuvo lugar el descubrimiento de los satélites de
Júpiter, y el 12 de marzo, se cumplen 4 siglos de la publicación del Sidereus
Nuncius.
La exposición está dividida en cinco capítulos. El primero de ellos está dedicado a la creación de la Accademia dei Lincei la primera asociación científica de la historia, creada en 1603 por iniciativa de Federico Cesi
y otros tres jóvenes, a la que se incorporó Galileo como sexto miembro
en 1611.
La segunda parte trata sobre la invención del telescopio y las primeras observaciones en la que destaca un ejemplar de la edición princeps del
Sidereus Nuncius y del
Dissertatio cum Nuncio
Sidereo de Kepler,
también en su primera edición.
El desarrollo del pensamiento de Galileo y la afirmación de la “nueva ciencia galileana” ocupan la tercera parte de la muestra donde se presentan no sólo los ejemplares de la primera edición de
Il Saggiatore,
obra sobre las manchas solares, sino también material autógrafo con
notas preparatorias de esa primera edición.
La cuarta sección recoge piezas del período entre la publicación de
Il Saggiatore (1623) y la abjuración de Galileo cuyo manuscrito, que contiene el texto que Galileo pronunció en el convento dominicano de Santa María Sopra Minerva en Roma el 22 de junio de 1633, se presenta también en esta parte de la muestra. Finalmente,
en la última sección de la muestra, se muestran las últimas obras del científico los
Discorsi e dimostrazioni matematiche, intorno a due nuoue scienze
(Leiden, 1638) y distintas ediciones póstumas de la obra completa de
Galileo. |
Lienzo
de Galileo Galilei por Justus Susterman (1639)
Iglesia
de Santa María Novella, en Florencia. |
Sobre
la figura de Galileo
No pretendo escribir aquí una
biografía sobre Galileo, ya que se encuentran muchas y muy completas en
la literatura y en Internet. Pero sí reflexionar sobre su obra y, sobre
todo, sobre la postura de la Iglesia contra ella.
Federico
Cesi, Francesco Stelluti, Anastasio Filiis y Ioannes van Heeck,
son un entusiasta grupo de jóvenes que fundan en Roma en 1603 la
Accademia dei Lincei (La Academia de los Linces), en referencia a la
aguda visión de dicho felino, necesaria para el desarrollo de la
Ciencia. Constituye la asociación científica más antigua que existe y
fue el elemento catalizador de la revolución científica que se
conoció en el siglo XVII.
Su
ideario postula que la observación de los fenómenos naturales debe ir
acompañada de la descripción de los mismos y de una posterior
divulgación escrita. Tras las iniciales dificultades que casi provocan
su desaparición, la Academia recibe como miembro a Galileo Galilei en
1611.
Telescopios
de Galileo. Museo di Storia della Scienza. Florencia.
ARCHIVO DEL
AUTOR |
Dibujos
de Galileo de Júpiter y sus satélites en enero de 1610.
Pinchar imagen para ampliarla.
Dibujo
del Sol de Galileo, de junio de 1613
Sidereus
Nuncius, de Galileo (1ª edición), Venecia 1610. Biblioteca Nazionale di Roma.
Pinchar imagen para ampliarla. |
Los
descubrimientos de Galileo y la reacción de la Iglesia
Se cumplen ahora cuatro siglos del
descubrimiento por Galileo de los satélites de Júpiter. Aunque se conoce
exactamente el origen de la invención del telescopio, parece ser que fue
casi simultánea en varios países. Lo que sí que se puede atribuir a
Galileo es el mérito de ser el primero en darle un uso astronómico.
Galileo,
que había nacido en Pisa en 1564, vivía en 1610 en Padua. Por entonces
ya disponía de un telescopio de 9 aumentos que después sustituiría por
otro de 20 aumentos.
La noche del 7 de enero de 1610, a
primera hora de la noche, apunta su telescopio a Júpiter y observa "tres
estrellas fijas" junto al planeta, la describe como de brillo muy
similar y alineadas con la eclíptica (línea por la que se mueven los
planetas en el cielo).
En las semanas siguientes, hasta el 2
de marzo, recopiló observaciones de las cuatro "estrellas" que
acompañaban a Júpiter y observó que giraban entorno al planeta.
De
todo lo observado dio noticia en
Sidereus Nuncius
(Mensajero Sideral), un
tratado de 55 páginas escrito en latín en el que describía el
funcionamiento del telescopio y las imágenes de la Luna y Júpiter que
obtuvo con él, así como de las Pléyades, el Pesebre y la nebulosa de
Orión. Se publica en marzo de 1610.
Con la publicación de sus
observaciones, Galileo demostraba que la idea ptolemaica de que la
Tierra es el centro del universo y todo gira entorno a ella, era falsa,
dado que los satélites de Júpiter no orbitan la Tierra.
La observación del terminador lunar,
claramente irregular, va en contra de la teoría Aristotélica. Además,
Galileo afirma que hay montañas en la Luna.
El 10 de julio de 1610 observa
Saturno y se percata de su "extraña" apariencia. En agosto observa las
manchas solares rompiendo con la imagen de un Sol limpio y perfecto.
En septiembre descubre las fases de
Venus, con lo que se reafirma en la concepción Copernicana del universo
que sitúa al Sol en el centro.
En
marzo de 1611 es invitado a Roma por el cardenal Barberini (posterior
Papa Urbano VIII) para presentar sus descubrimientos ante
el colegio pontifical. El mismo colegio romano confirma la exactitud de
las observaciones un mes después.
Los
primeros ataques de los seguidores ptolemaicos son débiles y
rápidamente ridiculizados por el entorno de Galileo. Tras la
confirmación de Roma de la veracidad de las observaciones, los ataques
se centraría no en el aspecto científico, sino en el religioso,
preguntando si Galileo pretende reinterpretar las Sagradas Escrituras
para adaptarlas a su teoría. El cardenal Bellarmino, que mandó
ejecutar a Giordano Bruno en la hoguera, ordena a la Inquisición en
1611 una discreta investigación sobre Galileo.
En
1612 el jesuita Cristóbal Scheiner defiende la pureza del Sol,
argumentando que las manchas son estrellas interpuestas entre el Sol y
la Tierra. Galileo demuestra que las manchas están en el Sol, y lo
publica en Istoria
e dimostrazioni
intorno alle marchie solari e loro accidenti.
En
diciembre de 1614, el joven dominico Tomasso Caccini, desde el púlpito
de Santa María Novella, acusa abiertamente a Galileo de herejía al
sostener la validez de la teoría heliocéntrica de Copernico. Su
sermón tuvo una acogida desigual, incluso en la Iglesia, exceptuando
los estudios sobre el Sol, que servirían al Santo Oficio para hacer una
acusación formal de herejía por afirmar que el Sol está inmóvil en
el centro del universo, contrariamente a la afirmación de la Iglesia de
que éste giraba entorno a la Tierra.
En
1616 el Santo Oficio condena la teoría copernicana.
El
avistamiento de tres cometas en 1618 y su observación por Galileo,
acrecienta el enfrentamiento al poner en duda un cielo incorrupto.
Galileo,
arropado por la Academia de los Linces y por el cardenal Barberini,
contesta a través de Il
Saggiatore,
dedicada al entonces ya Papa Urbano VIII, que autoriza su publicación
en 1623, en la que ridiculiza a sus atacantes y sus afirmaciones.
Galileo visita Roma y es recibido varias veces por Urbano VIII.
La
abjuración y humillación de Galileo ante el Santo Oficio
En
1632 Galileo
publica el Dialogo
sopra i due massimi sistemi del mondo
en el que se confirma totalmente la teoría copernicana. La obra
discurre en Venecia, entorno a un diálogo de cuatro jornadas entre Simplicio
(defensor de las tesis ptolemaicas), Salviati (defensor de
Copernico) y Sagredo (que se mantiene imparcial).
Además,
el Dialogo, se publica en idioma vulgar, en lugar del habitual
idioma culto, el latín, con objeto de llegar a la gente sencilla.
La
Iglesia entiende que es una obra peligrosa. El propio Urbano VII le
había encargado que escribiera una reflexión sobre los dos sistemas,
pero la gente lo interpretó como una defensa radical de Copernico, y el
Papa opta por alinearse contra Galileo.
Entonces,
Galileo acude a juicio en Roma, desde febrero a junio de 1633. Se le
amenazó incluso con tortura y finalmente accedió a abjurar de sus
creencias.
|
Texto
manuscrito de la abjuración de Galileo
|
Texto
de la abjuración de Galileo
Yo, Galileo, hijo
de Vicenzo Galileo de Florencia, a la edad de 70 años, comparecido personalmente en juicio y arrodillado ante vosotros, Eminentísimos y Reverendísimos Señores Cardenales, Inquisidores generales en toda la República Cristiana
contra la herética perversidad; teniendo ante mis ojos los sacrosantos Evangelios, que toco con mis propias manos, Juro que siempre he creído, creo aún y, con la ayuda de Dios seguiré creyendo todo lo que mantiene, predica y enseña la Santa, Católica y Apostólica Iglesia Romana. Pero como, después de haber sido jurídicamente advertido por este Santo Oficio de que debía abandonar la falsa opinión de que el Sol sea el centro del mundo y que no se mueva y que la Tierra no sea el centro del mundo y se mueva, y que no podía mantener, defender ni enseñar de ningún modo, ni de palabra ni por escrito, la mencionada falsa doctrina. Y después de serme notificado que la tal doctrina es contraria a la Sagrada Escritura, escribí y di a la imprenta un libro en el cual trato de la mencionada doctrina perniciosa y aporto razones con mucha eficacia a favor de ella sin aportar ninguna solución, soy juzgado vehementemente sospechoso de herejía, es decir, de haber mantenido y creído que el Sol sea el centro del mundo e inmóvil y que, la Tierra no sea el centro y se mueva.
Por lo tanto, queriendo yo
levantar de la mente de Vuestras Eminencias y de todos los fieles
Cristianos esta vehemente sospecha, razonablemente concebida contra mí,
con el corazón sincero y fe no fingida, abjuro, maldigo y detesto los
mencionados errores y herejías y, en general, todos y cada uno de los
otros errores, herejías y sectas contrarias a la Santa Iglesia; y juro
que en el futuro nunca diré ni afirmaré,
de palabra o por escrito, cosas tales
que por ellas se pueda tener sospecha semejante de mi; empero que si
conozco a algún hereje, o que sea sospechoso de herejía, lo denunciaré a
este Santo Oficio o al Inquisidor u Ordinario del lugar donde me
encuentre.
Juro y prometo cumplir y observar
completamente todas las penitencias que me han sido o me serán impuestas
por este Santo Oficio; y si incumplo alguna de mis promesas y
juramentos, que Dios no lo quiera, me someto a todas las penas y
castigos que imponen y promulgan los sacros cánones y otras
disposiciones generales y particulares contra semejantes delincuentes.
Así, que Dios me ayude y estos sus santos Evangelios que toco con mis
propias manos.
Yo, Galileo Galilei he abjurado,
jurado y prometido y me he obligado como queda escrito; y como prueba de
verdad he escrito con mi propia mano la presente cédula de mi abjuración
y la he recitado palabra por palabra en Roma, en el convento de Minerva
este 22 de junio de 1633.
Yo, Galileo Galilei, he abjurado
como queda escrito por propia voluntad. |
Iglesia
de Santa María Novella, en Florencia.
Pinchar imagen para ampliarla.
Noticia
de 1992 sobre la rehabilitación de Galileo
|
El
22 de junio de 1633 el Santo Oficio condena a Galileo a prisión para el
resto de su vida, pena conmutada por el Papa por arresto de por vida.
Sus obras fueron prohibidas.
Hasta
el fin de sus días, Galileo permanece en Florencia, donde recibe alguna
visita que le permite enviar a publicación alguna de sus obras lejos de
Italia.
El
8 de enero de 1642 muere en Arcetri. Al día siguiente es enterrado en
Florencia. En 1736 sus restos se trasladan a la iglesia de la Santa
Croce de la misma ciudad.
Resulta
lamentable el desenlace del proceso de Galileo por la Inquisición,
obligado a abjurar de sus convicciones y de las evidencias encontradas.
La Iglesia, que siempre se ha caracterizado por sus escasos reflejos,
tampoco tiene disculpa por el hecho de que todo sucedió en el siglo
XVII. Cuando Galileo convocó a notables de la Iglesia para que
observasen por ellos mismos a través del telescopio, algunos se negaron
a hacerlo, y otros negaron lo que veían por "ese instrumento
maldito".
También
resulta inverosímil que hasta 1741, más de un siglo después de la
muerte del científico, la iglesia católica no reconociera que la
Tierra se mueve. No fue hasta entonces cuando se levantó la
prohibición de la impresión de la obra de Galileo. Y hasta 1757 no se
retiró la prohibición sobre otras obras similares que trataban sobre
el sistema copernicano.
Pero,
en un nuevo alarde de "reflejos", tuvieron que transcurrir 359
años desde la condena, para que Galileo fuese perdonado por el Papa
Juan Pablo II, que reconoció los errores cometidos en el siglo XVII.
Esto sucedió el 31 de octubre de 1992. Sin embargo, ello no supuso la
rehabilitación total de Galileo.
La
comisión encargada por Juan Pablo II para el estudio del caso,
presidida por el cardenal Ratzinger (posterior Papa Benedicto XVI) como
prefecto para la Doctrina de la Fe, analizó el caso entre 1979 y 1981,
concluyendo en 1992 que Galileo carecía de argumentos científicos para demostrar el heliocentrismo y sostuvo la inocencia de la Iglesia como institución y la obligación de Galileo de prestarle obediencia y reconocer su magisterio, justificando la condena y evitando una rehabilitación plena.
El
propio Ratzinger afirmó en 1990 en una conferencia en la Universidad
romana de La Sapienza que
"La Iglesia de la época de Galileo se atenía más estrictamente a la razón que el propio Galileo, y tomaba en consideración también las consecuencias éticas y sociales de la doctrina galileana. Su sentencia contra Galileo fue razonable y justa, y sólo por motivos de oportunismo político se legitima su revisión".
Esto
le valdría al ya Papa Benedicto XVI, el tener que renunciar a una
visita a la citada universidad, 17 de enero de 2008, donde había sido
invitado a la ceremonia inaugural del curso académico. El claustro de
profesores promovió que fuese declarado "persona non grata"
por su posición sobre la condena de Galileo en el citado discurso.
El
20 de enero de 2008 se congregaron 100.000 fieles en la Plaza de San
Pedro en apoyo a Ratzinger.
En
2009, con motivo del Año Internacional de la Astronomía, la Santa Sede
organiza un congreso sobre Galileo, En julio, se publica
I
documenti vaticani del processo di Galileo Galilei,
una colección de documentos sobre la investigación y el proceso del
científico. Obviamente, la iglesia hace caja de nuevo con la venta del
libro, aunque no es difícil encontrarlo en la red.
Enlaces
a obras de Galileo
Sidereus Nuncius
Carta a Cristina de Lorena, Gran Duquesa de Toscana
|
|